Parque del Periodista
Medellín también cuenta con una gran
cantidad de parques, los cuales a su vez son zonas lúdicas de entretenimientos,
descanso y, como siempre, de historia.
La mayoría de Parques llevan inscrito en su nombre un homenaje afectivo hacia personajes destacados que han hecho de su vida un ejemplo a seguir y una luz de esperanza para la generación naciente, es por eso que se han ganado un lugar en los corazones de todos los habitantes de la ciudad.
La mayoría de Parques llevan inscrito en su nombre un homenaje afectivo hacia personajes destacados que han hecho de su vida un ejemplo a seguir y una luz de esperanza para la generación naciente, es por eso que se han ganado un lugar en los corazones de todos los habitantes de la ciudad.
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Busto en homenaje al iniciador del periodismo en el país. |
El lugar rinde un homenaje al padre del
periodismo en Colombia, iniciador del movimiento de difusión comunicativa, don
Manuel Socorro Rodríguez (1758-1819), fundador y director del periódico de
Santa fé de Bogotá.
Anteriormente llamado “El Guanábano”, era
frecuentado por los denominados “intelectuales de los medios de comunicación”,
los periodistas, en donde las tertulias literarias, conocimientos y talleres
eran los protagonistas, acompañados de un cigarrillo, de un tinto, de una
cerveza o un café.
Ahora el panorama es bastante diferente.
Los días de conversaciones interesantes y temas que hacían vibrar los corazones
de un grupo naciente y experimentado en temas controversiales, hace ya mucho
tiempo tocó el ocaso.
Nubia María Pérez, docente de periodismo en Medellín, recuerda cómo solían ser estos encuentros: «Yo estaba en la universidad y siempre que terminábamos clases íbamos allá alrededor de 13 personas. Era un lugar sagrado y uno tenía que ver a los periodistas contar sus historias, compartir un libro mientras terminaban un cigarrillo, y ese era quizás el único vicio».
Ahora, no es ni la sombra de lo que fue.
Nubia María Pérez, docente de periodismo en Medellín, recuerda cómo solían ser estos encuentros: «Yo estaba en la universidad y siempre que terminábamos clases íbamos allá alrededor de 13 personas. Era un lugar sagrado y uno tenía que ver a los periodistas contar sus historias, compartir un libro mientras terminaban un cigarrillo, y ese era quizás el único vicio».
Ahora, no es ni la sombra de lo que fue.
Se ha propuesto trasladar el monumento en
homenaje a Manuel Socorro Rodríguez a un lugar más propicio, en el cual se
honre su nombre y labor como es debido. Pero hasta el momento tal gesta no ha
sido posible.
Un lugar que con el paso de los años perdió su magia; pero de una historia y un valor cultural inmenso, digno de conocer y si es posible, emular en un futuro.
So Caliche y seguiré caminando.
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